Aunque difícilmente se la recuerde nunca por su apellido de soltera, el
10 de diciembre de 2011, Cristina Elizabeth Fernández de Kirchner, asume su
segundo mandato como Presidente de los argentinos, fortalecida con el 54,11 %
de los votos, el mayor porcentaje alcanzado en una elección presidencial desde
1983, siendo también en términos porcentuales el cuarto resultado más amplio de
la historia electoral argentina después del de Hipólito Irigoyen en 1928, y los
de Juan Domingo Perón en 1951 y 1973, obteniendo además una diferencia del 37,3
% respecto a la segunda lista, la mayor de la historia argentina.
Esta segunda asunción estuvo precedida por un acontecimiento que, marcó
la característica de este período: la sorpresiva e inconsulta elección de quien
la acompañaría en la fórmula presidencial: Amado Bodou, binomio que recibió el
apoyo manifiesto de diversos sectores, entre ellos: el secretario general de la
Confederación General del Trabajo (CGT) Hugo Moyano, el secretario general de
la UOM (Unión Obrera Metalúrgica) Antonio Caló, el secretario general de la
Federación de Tierra y Vivienda (FTV) y Central de Movimientos Populares (CMP)
Luis D'Elía, así como también el de varios gobernadores, legisladores,
funcionarios, las asociaciones de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo (presididas
por Hebe de Bonafini y Estela de Carlotto, respectivamente) y Hugo Chávez
(presidente de Venezuela).
La contundencia de los resultados electorales y el apoyo acrítico e incondicional con que arribó a su segundo
mandato, le permitieron desde el mismo comienzo acrecentar su personalismo y la
unilateralidad decisoria. Percibiendo
los argentinos este periodo como una prolongación de los cuatro años de
su primer Gobierno e incluso del periodo estrenado por su fallecido esposo y
antecesor, Néstor Kirchner, en 2003
No obstante ello nuevos problemas prontamente sacudieron la figura
presidencial, el escándalo por corrupción que salpicó al vicepresidente Boudou,
la pésima gestión del accidente de tren que costó la vida a 51 personas en
Buenos Aires y las contradicciones de su modelo económico "nacional y
popular", la inflación, (del 20% según cálculos privados que el Gobierno
se niega a reconocer), el distanciamiento de la poderosa Confederación General
del Trabajo (CGT) o la retirada de subsidios, fueron los primeros de ellos.
La promesa de "sintonía fina" en la economía, en la
práctica, se tradujo en ajustes
encubiertos en grandilocuentes discursos tras nueve años de crecimiento a tasas
del 8% que en 2012 se reducirán al 5%. La fuga de capitales alcanzó los $ 21
mil millones, las importaciones para atender la demanda energética superarán
los $9 mil millones y los vencimientos de pago alcanzaron a los $11 mil
millones.
Teniendo como principales problemas la inflación, la continua salida de
capitales y la falta de inversiones en los primeros cien días de su segundo
mandato, la imagen presidencial descendió en las encuestas entre 17 y cuatro
puntos, y acusó un desgaste significativo que se trató de frenar con mensajes
que apelan a la unidad y el nacionalismo, como la reclamación por la soberanía
de las islas Malvinas, su estrategia con la expropiación de YPF, y en
los argumentos para justificar las restricciones a las importaciones y la
prohibición de ahorrar en moneda extranjera, incrementando su actitud desprestigiadora
de los medios de comunicación, y en los últimos tiempos hacia la Justicia en
general mediante la denominada “democratización de la justicia”
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